Testimonio de una Familia Misionera
María Amores pertenece a la parroquia de San Isidro de Alcalá de Henares. Ella evangeliza “en familia”, con su marido y sus cuatro hijos, María, Pablo, Emilio y Beatriz.
Las familias Cristianas, nos dice nuestro Obispo D. Juan Antonio, edificadas sobre la roca de Cristo, estáis llamadas a ser sujeto de la Nueva Evangelización. Como san Benito, que con su vida monástica conservó la luz de Cristo y la tradición monástica ante la caída del Imperio Romano, las familias cristiana estáis llamadas a ser las regeneradoras de Cristo (Mons. Juan Antonio Reig Pla en la conferencia inaugural del II Congreso de Familia de Alcalá de Henares)
P.- ¿Quiénes sois los que normalmente salís
a evangelizar?
R.- Pues el Señor ha querido que, desde
el primer día, hayamos estado todos en la evangelización. Lo que pasa es que no
hemos salido juntos, sino por separado: mi marido y yo y mis cuatro hijos,
María, Pablo, Emilio y Beatriz. Y cada uno tiene una manera de ser y lo cuenta
de una manera, pero todos, siempre, lo
han vivido como algo muy hermoso, por lo que doy muchas gracias al Señor porque
esto es una enorme bendición y a mí me anima a seguir viniendo y me hace
entender que es algo grande, que es algo del Señor. Son chicos que están en la Iglesia, uno de ellos es
seminarista, siempre asisten a Misa, catequesis, oraciones y demás, pero a mí
me gustaría que fueran más a la Adoración Eucarística
o a ciertas oraciones que no son de jóvenes y me cuesta más llevarlos. La
evangelización con el grupo Kerigma desde el primer día les encantó y yo
pensaba que no se atreverían, porque eso de salir a la calle a buscar y hablar
directamente a las personas, a chicos adolescentes, yo me imaginaba que les iba
a costar; porque además , varias veces ha sido en el barrio, en su parroquia, o
en el centro de la ciudad, en la
Catedral, y se encontraron con compañeros de clase; pues como
a mí me costaba, quizás yo lo veía con otros ojos… pero no, la verdad es que
para ellos es una alegría y para mí, como madre, pues mucho más. Es una
experiencia que a mí me sorprende cada vez, es un don de Dios. No podía
imaginarlo. Si yo lo hubiera pretendido, no me hubiera salido; eso está claro.
Por eso lo vivo como un regalo de Dios.
P.- ¿Cómo vives tú las evangelizaciones?
R.- Ahora mismo hablaba con gente y
decían “he traído a cuatro personas” y yo pensaba “el Señor ha traído a cuatro
personas”. Eso quiero que no se me olvide y cuando hablo con mis hijos intento
que quede claro que tenemos que ser instrumentos y venir a ser instrumentos.
Que es verdad que tenemos que poner nuestras manos, pero no nos podemos olvidar
de que es el Señor quien lo hace y que Él es
el que sale a buscar a cada persona y quiere traerla a su presencia. Yo
eso lo aprendo cada vez que os escucho la enseñanza antes de salir a la calle y
así me lo volvéis a recordar y me encanta escucharlo por eso, aunque sea cada
vez lo mismo o parecido; porque es como decir “no, no, es que no eres tú”. Y es
que si fuera yo, no sabría ni qué decir, me daría vergüenza, no sé… Me he
encontrado con personas conocidas, por ejemplo una vecina me dijo: “¡hombre,
tú!”… y te da un corte… pero, de alguna manera, el Señor pone las palabras o te
quita el miedo, según el caso. Cuando te acercas a un grupo de gente que está
bebiendo en la calle y de repente sientes una fuerza que te mueve y te inspira
las palabras, te quita el miedo y te da paciencia para escucharles o
acompañarles; también para hablar a personas mayores, jóvenes, o para callarte
cuando te dicen alguna cosa desagradable. Es algo impresionante, que me
desborda, es un derroche de Gracia. Es el Señor mismo el que te mueve, es el
Espíritu Santo.
P.- ¿Y qué les dirías a personas que se
estén planteando evangelizar?
R.- Pues que no tengan miedo, es la
frase de Juan Pablo II. Que no tienen que hacer nada, solamente dejarse llevar,
venir y decirle al Señor: “lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y cómo Tú
quieras” como decía la
Madre Maravillas. Que vengan sin miedo porque no pasa nada… y
ponerse de rodillas delante del Señor en la Eucaristía ¡eso sí! Es que uno se pone ahí y aunque no quiera el
Señor le habla. Yo hoy, con bronquitis, sin moverme en todo el día de casa,
pensaba no salir a la calle sino quedarme ahí con el Señor rezando
tranquilamente, pero es como que el Señor te mueve… Ya me pasó la primera vez. El
primer día que vine, yo pensaba lo mismo: “No, yo no salgo. Yo voy a rezar
allí, que es lo mío, a estar delante del Señor, que eso es lo más maravilloso
que hay y a mí me encanta”. Y luego sentí como una fuerza que no se puede explicar,
que el Señor me pedía que hablara a mis hermanos, que era urgente hacerlo…
Entonces, que no tengan miedo, que vengan, que encima es divertido, que lo
pasamos bien, que se palpa el Amor de Dios entre nosotros; es igual, aunque no
nos veamos. Que vengan, que vengan y lo vean.
“Venid y lo veréis”.