ORACIÓN CENÁCULO

ORACIÓN EN EL CENÁCULO
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«Para realizar una obra eficaz de evangelización, debemos volver, para inspirarnos, al primer modelo apostólico. Este modelo, fundador y paradigmático, lo contemplamos en el Cenáculo: los apóstoles están unidos a María y perseveran con ella en la espera del don del Espíritu. Es solamente por la efusión del Espíritu que comienza la obra de evangelización. Es necesario, pues, iniciar la evangelización invocando el Espíritu y buscándolo allí donde sopla (Jn 3,8)»
(SAN JUAN PABLO II · Alocución pronunciada durante el VI simposio del Consejo 
de Conferencias episcopales de Europa · 11 octubre 1985).


     Llamamos cenáculo al lugar donde nos reunimos cada semana para orar. Adoramos a Jesús en la Eucaristía, le alabamos y damos gracias por tantos beneficios, suplicamos el Espíritu Santo para todos los hombres, rezamos el rosario y oramos con la Palabra de Dios (lectio divina). Después compartimos la lectio y tenemos un tiempo de  formación. Celebramos juntos la Eucaristía, rezamos vísperas y concluimos con un tiempo de compartir fraterno.
      Con el témino cenáculo expresamos lo que deseamos vivir: Estar siempre en el cenáculo perseverando unidos en oración, de la mano de María, para poder vivir así un permanente Pentecostés. La primitiva comunidad cristiana del cenáculo es icono de una Iglesia que vive en oración, junto con María y los apóstoles, que acoge la vida de Dios y se deja guiar por el Espíritu.
Y viviendo así da como fruto testimonio de Cristo ante los hombres.



«Como los Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, la Iglesia debe reunirse en el Cenáculo con "María, la madre de Jesús" (Hch 1, 14), para implorar el Espíritu y obtener fuerza y valor para cumplir el mandato misionero. También nosotros, mucho más que los Apóstoles, 
tenemos necesidad de ser transformados y guiados por el Espíritu»
(SAN JUAN PABLO II · Encíclica Redemptoris missio, 92 · 1990).