EVANGELIZAR EN LA CALLE "FUNCIONA" (II)
José Carlos González-Hurtado
(Testimonio de un experto en "márketing" y comunicación)
(Testimonio de un experto en "márketing" y comunicación)
Por las calles, misioneros anunciando el amor de Dios |
Todos estos testimonios ocurrieron como se narran y pertenecen a la Semana de Evangelización Arde Complutum 2013, que tuvo lugar en julio pasado en Alcalá de Henares. Las palabras o frases son algunas exactamente las que se dijeron y todas fehacientes de lo que se manifestó. Los nombres propios de las personas son inventados algunos, otros no. José Carlos comparte con nosotros su enriquecedora experiencia en algunos encuentros con varias personas:
Eva y César
Son dos jóvenes
novios, de veintipocos años, están bautizados, han hecho la primera comunión,
pero no van a Misa ni han acudido al sacramento de la reconciliación desde
entonces. Cuando les invitamos a orar delante del Santísimo, César se niega:
–“tengo prisa”- pero la prisa desaparece cuando Eva acepta con una encantadora
sonrisa… Entramos en la Iglesia, escriben sus peticiones para el Señor y
recogen las velas para ponerlas delante del altar. Nos arrodillamos delante del
Santísimo y rezamos los cuatro un Padrenuestro y un Avemaría. Luego César se
viene conmigo a un banco y Eva se queda arrodillada… Le pregunto si se quiere
confesar. No sabe. Le explico. Me dice que él estudia ingeniería, que es un
científico… Yo le cito a Max Planck: “La ciencia impone la existencia de Dios”. Hablamos. Decide confesarse, pero se
quiere preparar primero… -“¿Y Eva?” – “Creo que es justo que si tú estás aquí
gracias a ella, ella se confiese también gracias a ti”. Asiente y sonríe.
Salimos. Nos dan las gracias y se alejan cogidos de la mano.
Belén, Elena y Sonia
Las primeras son dos jóvenes de veintipocos años y Sonia no
llega a los quince. Belén y Elena están bautizadas y han hecho la primera
comunión, pero no recuerdan haberse confesado jamás. Sonia no está bautizada.
Cuando las invitamos a entrar en la Iglesia se quedan
sorprendidas y divertidas al mismo tiempo. Reciben y agradecen las estampas de
santos que les damos y leen con interés las
“palabras de vida”. Ellas llevan unas latas de cerveza en la mano, me
miran preguntándome qué hacer. Las dejamos en la calle cerca de la entrada de
la Iglesia. Entramos, están anonadadas por el ambiente de oración, las velas,
la música…no saben qué hacer. Les digo que me imiten. Nos arrodillamos, cogemos
sendas velas y nos acercamos al Señor. Rezamos todos juntos y luego nos
sentamos en un banco. Les pregunto si se quieren confesar. No saben cómo. Les
explicamos. Les decimos lo magnífico que es saberse perdonado y poder decir al
Señor eso que no quieres ni tener en tu recuerdo. Se convencen. Sonia me
pregunta si ella puede… cuando le decimos que tiene que estar bautizada, nos
dice que ella quiere también. Belén va primero, pero se queda de pie sin
acercarse. –“ ¿Qué pasa? – “me da corte”- ¿quieres que te acompañe hasta el
confesionario?” –“sí”. Allá vamos. Luego va Elena. Sonia mientras tanto reza en
el banco… Coincidiremos luego otra vez, nosotros vamos con otras personas ante
el Santísimo y Elena acaba de terminar
su confesión. “¿Qué tal?” -“Genial, de verdad” – dicen con énfasis las dos- “Me
encuentro genial” – “pues ahora no tardes en volver quince años, ya sabes que Él
siempre te perdona, siempre te espera”. Salimos todos juntos, Sonia me repite
que ella también quiere.-“Pídeselo a tus padres”. Se alejan. Me doy cuenta de que se han olvidado las cervezas..
Ante Jesús Eucaristía, en la Catedral-Magistral |
Shi-Min/Javier
Shi-Min ( o algo parecido) es un joven que apenas llega a
los veinte años. Es chino. Lo encontramos en uno de los bancos dentro de la
iglesia. Nos dirigimos a él. No es cristiano, de hecho no “es nada”. Es la
primera vez en su vida que entra en una iglesia. Parece tímido. –“¿Quieres
rezar delante del Señor? – “No sé”- “Mira, repite lo que yo diga después de mí”,
y rezamos un Padrenuestro. Y le explico lo que ha dicho. Dios Padre, Jesús es
Dios, murió y resucitó por nosotros, “También por ti y por mí y está ahora ahí
en esa cosa dorada… sí, ese círculo
blanco es Él”. “Estará con nosotros hasta el fin del mundo, nos lo prometió”
Luego me daré cuenta de lo osado que fui al hablarle de la fe sin circunloquios
y más aún de cómo Shi Min no hizo objeciones, aceptó lo que le decía, asentía y no opuso comentarios racionalistas ni
de ningún tipo. “¿Quieres sentarte y seguir rezando?” – “Sí” – “Mi nombre es Shi
Min y en español, Javier” – “Pues mira qué casualidad, ese que ves allí en el
icono de la derecha es San Francisco Javier”. Lo mira con curiosidad. “Un
enorme santo, y español como ahora tú también”. Seguimos un buen rato los dos
rezando en silencio. “Dime cuando quieras salir” –le digo- “No, prefiero
quedarme un rato más aquí” , me contesta. Y se queda.
Loli, Óscar y el primo de Loli
Loli y su primo
están sentados en un banco cerca de la Iglesia, tienen más de cuarenta años,
igual que Óscar que llegará algo más tarde. –“Vamos a por ellos”, me dice mi
compañero [los misioneros salimos de dos en dos]. “No me jo… si ayer también me asaltaron otros con lo mismo” -dice el
primo sin levantar la cabeza- “dejadnos en paz, ¿no ves que está jo…?” –Loli se
refiere a su primo, y es verdad que tiene mal aspecto, parece desesperado, la
cabeza entre los brazos y mirando al suelo. Les invitamos a entrar en la
Iglesia. “ -Somos ateos” . Les explicamos quiénes somos y qué hacemos.
Preguntamos sus nombres, al principio no los quieren dar –el primo nunca nos lo
dirá- pero luego se presentan Loli y Óscar. Nos miran de arriba abajo como no
entendiendo qué hace “gente que parece normal” invitando a entrar en la
Iglesia. Les damos unas estampitas de la Divina Misericordia, al principio las
rechazan, pero acaban cogiéndolas. “- ¿Podemos rezar por vosotros y por tu
primo?”. Nos miran como si acabaran de ver la aparición de un ser mitológico y
que además hablara en farsi. “- Seguro que os ayuda” “-Pues vale”. “- Oye, sea
lo que sea que te pase, lo siento. Lo siento mucho y voy a pedir al Señor que
te dé fuerzas” y toco instintivamente su
hombro. Alza la cabeza retador. Noto la mucha tensión. Aparto la mano, sonrío y
nos alejamos hacia la Iglesia. Estamos encomendando en la Iglesia por ellos,
vuelvo la cabeza y veo a Loli y Óscar
que avanzan por el pasillo central.
Cruzamos nuestra miradas y Óscar
señala a la bóveda del templo como para excusarse mostrando que sólo tiene un
interés cultural al entrar en el templo… claro que ésta era la parroquia de
Paracuellos, y su arquitectura es poco sugerente: )
Manuel, Laureano y Antonio
Manuel y Laureano están sentados en un banco de la
plaza enfrente de la Iglesia. Tienen más de 70 años. Luego se les añade Antonio, de la misma edad. Todos están bautizados, han hecho la comunión y la
confirmación. Manuel es el “buen católico” del grupo. “-Voy a Misa, comulgo y
confieso una vez al año”. Laureano no se confiesa desde hace tres años. Antonio
desde hace más de cuarenta. Parecen agradecidos de que hablemos con ellos, y
tienen ganas de charlar. “¿Rezan ustedes?” “-Poco” responden los tres al
unísono-“Vale, vamos a hacer un trato –este acuerdo lo he hecho cientos de
veces ya y siempre me ha funcionado- Yo voy a rezar por ustedes, pero ustedes van a
rezar por mí” “-Vale”, contestan. “Pero como yo voy a rezar delante del
Santísimo, ustedes también tienen que rezar en la Iglesia delante del Sagrario, si
quieren cuando no les vea nadie”. Aceptan. Pasamos al siguiente capítulo: “No,
si ya sabemos que hay que confesarse y comulgar, pero lo vas dejando…” Laureano, sin embargo, parece tener algo más que simple dejadez. Se revuelve en el banco
incómodo: “- es que para confesarme me tengo que preparar” .“-De acuerdo, si
quiere le doy estos papeles que le ayudan a hacer examen de conciencia” “-No,
necesito más tiempo”. “-Es que para confesarse necesita uno tener propósito de
enmienda –interrumpe Antonio, socarrón” Se saben la teórica, así que me tiro a
la piscina “-permítanme decirles que ustedes están ya más allá que acá, y que
cuando nos llega la hora esto es “fin de la partida”, pero mientras estemos aquí
el que está allí dentro en el Sagrario nos perdona todo y está deseando
hacerlo…pero ustedes saben que tenemos que poner algo de nuestra parte” “ –Si a
mí no me gusta nada viajar, me da miedo por si me muero- dice Laureano, pero es
que antes de confesarme me tengo que preparar”.
“Don Laureano, todos tenemos, si me permite la expresión, una mierda en
nuestra alma, y eso los buenos… la buena
noticia es que Él la puede curar, sólo
hay que ponerla delante del Señor y pedirle que nos ayude, si yo le contara mi
vida…” “-Lo sé, lo sé, déjame que me lo piense”. Nos despedimos con un caluroso
apretón de manos. Antonio me mira a los ojos: “–Nunca pierdas esa fe – y repite
enfatizando cada palabra- nunca pierdas esa fe”.
Suplicando a nuestra Madre que abra los corazones de todos para que acojan el amor de Dios |