CRÓNICA DEL GRAN MISTERIO DE BELÉN
Esperando al Salvador |
Alabanza y rezo del Rosario previos a la misión |
“¡Ven
a adorar a Jesús recién nacido!”: así invitábamos a todo el que quisiera
venir a celebrar “El Gran Misterio de Belén”. Y es que este no era un Belén cualquiera, pues el mismo Jesús, que acababa
de venir al altar por manos del sacerdote, volvía a estar sobre un montoncito de paja,
como cuando vino por vez primera a la tierra,
expuesto en la custodia para ser adorado.
La
Parroquia de Nuestra Señora del Val, en Alcalá de Henares, se llenó de paja, de
pastores, portando a sus ovejitas, deseosos de hablar del Niño Jesús, el pasado
27 de diciembre. Como hizo san Francisco de Asís en el siglo XIII, en Greccio,
recreamos el primer Nacimiento de la historia: José y María, los Reyes Magos y
otros pastores, adoraban a Jesús Eucaristía en el interior del templo.
Mientras,
en el exterior, las pastoras-catequistas, ofrecían chocolate calentito,
bizcochos y buñuelos recién hechos, a pie de calle, acogiendo con cariño a todo
el que se acercaba. Los pastores, como aquellos que vieron a Jesús en la cueva de
Belén, no podían dejar de hablar de las
maravillas de aquel Niño, y explicaban que iban a ver al mismo Jesús, vivo, a
“Jesús escondido” bajo la especie de
Pan: “En la figurita de nuestros nacimientos parece que está el Niño Jesús,
pero no está; aquí, en este trocito de Pan parece que no está, pero está”.
Contaban a todo el que quisiera escuchar cómo Dios ha bajado del Cielo para abrirnos
las puertas del Cielo que, si no, estarían cerradas para siempre; cómo nos ama
con locura y está siempre con nosotros, y se hace pequeño, niño, para que el
hombre no tenga miedo a Dios…
Los
pastores acompañaban a los niños con sus padres hasta Jesús, expuesto en la
custodia, y les invitaban a darle su amor, simbolizado en un corazón de papel
que les habían repartido previamente. Les contaban cómo un niño nace para ser
acogido, querido…y cómo el Niño Jesús también espera nuestro amor. La gente se
acercaba, depositaba su corazón y recogía una estampa con el Niño Jesús
entregando su Corazón: ¡admirable, maravilloso intercambio! ¡Tú le das tu
corazón y Él desea darte el suyo! La gente te escuchaba sonriendo,
sorprendidos, no se querían ir y alguno no paraba de hablarles del amor de
Dios…y ellos “se dejaban”, dóciles…El párroco nos ayudaba a adentrarnos en el
Misterio con una oración, mientras la música de fondo te invitaba a la
adoración.
A
continuación, algunos salimos por las calles a llevar esta Buena Noticia,
invitando a cada uno a acoger el amor loco de Dios. Algunos misioneros corrían
detrás de la gente: “¡Ey, espera…tengo una Buena Noticia para ti, Jesús me ha
cambiado la vida y te la puede cambiar a ti ahora…!¡Está aquí…!”. Comenzaba a
llover, pero no importaba. La gente miraba, nos veía vestidos de pastores… Otro
pastorcillo contaba cómo invitó a la Parroquia a una madre con su hija; la mamá
no quería ir, pero la niña, sí; fueron y, al final, algo había sucedido en
aquella mujer, ¡su rostro había cambiado!
Regresamos,
recibimos la bendición y nos marchamos contentos de ser portadores de tan gran
misión. Conscientes de que somos unos pobres siervos y hemos hecho lo que
teníamos que hacer.
¿Qué
sucedió aquella noche? Eso queda en los corazones de las personas…
Jesús vivo en la Eucaristía
recibió una gran alegría
en la Parroquia con la visita de muchos corazones dispuestos a acogerle,
adorarle y darle todo su amor.
Hemos podido ver
rostros conmovidos, alguna lagrimilla que se derramaba ante “el Gran Misterio
de Belén; se respiraba paz, alegría y profunda adoración. ¡Hasta alguno se
admiraba de cómo hacían genuflexión ante Jesús aquellos que no creían…!