TESTIMONIO DE FERNANDO ALTOLAGUIRRE
Fernando es sacerdote en la Diócesis de Alcalá de Henares, actualmente es el párroco en Torres de La Alameda un pueblo cercano a Alcalá. Estuvo con nosotros en la evangelización de San Isidro, como él nos va a contar fue su primera experiencia de evangelización directa en la calle...
“hay mas alegría en el cielo por un pecador arrepentido, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (Lc. 15, 3)
El sábado 22 tuve la suerte de participar por primera vez en una evangelización por las calles de Alcalá. Para mí una experiencia totalmente nueva, durante mis 8 años de sacerdocio nunca antes me había lanzado a la calle a invitar al primero con que me cruzase a replantearse su fe. Al decir verdad, cuando fui no lo hice con esta intención, deseaba quedarme rezando y atender al que se dejará caer por ahí.
Comenzamos bien, rezando el rosario, pidiendo a la madre que nos ayudase en esta evangelización. Pero cuando Carlos nos explico la necesidad de salir a la calle para hacer que la gente entrara en San Isidro para contemplar a Cristo en la Eucaristía, me di cuenta que tenía que lanzarme, y salir para dar una oportunidad a muchos que andan sin saber donde poner la mirada. Nos dieron la bendición de dos en dos y yo me puse junto a Isabel. Salimos con los bolsillos cargados de estampas y rosarios a la aventura, yo por dentro pensaba: “menos mal que no estoy en, Torres porque el ridículo puede ser tremendo” . Pero una vez mas el Señor me ha demostrado la fuerza de su poder y su gracia. Mi sorpresa fue la de encontrarme con gente creyente, bautizada, pero que hacía tiempo que no practicaban, y lo mas curioso es que nos escuchaban.
Se me abrieron los ojos al darme cuenta de que mucha gente tiene sed de Dios, quizás podían tener sus reservas hacia la Iglesia pero nos abrían el corazón y nos decían que incluso rezaban por las noches. Nos encontramos muchos Rumanos, Latinoamericanos, Musulmanes, etc… Recuerdo un grupo de Españoles que en cuanto les invitamos a pasar nos contestaron con un simple “no nos apetece ahora ponernos a orar” y en cuanto les dimos unos rosarios se sorprendieron y querían darnos una limosna, pero en cuanto les dijimos que solo queríamos que pasaran a estar un rato con El Señor se quedaron tan desencajados que entraron los cuatro y al cabo de un rato salieron diciendo, que donde era la próxima, que se apuntaban. Después de encontrarnos con cada uno rezábamos un ave María por ellos para que el Señor derramara su gracia y los colmara con su bendición. Sentíamos también nosotros la necesidad de entrar en la ermita y postrarnos ante Él para que nos diera fuerzas para la misión.
Se nos hizo muy tarde aunque no éramos conscientes del tiempo que había pasado, al acostarme di gracias al Señor por el gran regalo vivido aquel día, me puse a pensar que había descubierto algo estupendo, que ha de ser un elemento esencial en mi vida sacerdotal, que es la misión y el testimonio. A menudo nuestra pastoral se reduce a la administración de los sacramentos, la atención del despacho parroquial y demás actividades propias de una parroquia. Pero El Señor hoy nos está pidiendo un testimonio continuo para hacer nuevos cristianos y despertar a los que tienen la fe un poco apolillada. Ahora cuando salgo a la calle y veo los rostros de la gente con que me cruzo, veo personas que tienen una posibilidad de encontrarse con Cristo y que tu y yo hemos sido llamados a dar a conocer a los hombres el amor que Dios nos tiene.
Pido a Dios que interceda por todos nosotros para que sean cada vez más los jóvenes que se lancen a esta a ventura; y sean cada vez más los que se dejen encontrar por aquel que es el fundamento de su vida y no lo saben.
Fernando Altolaguirre
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